Básicamente hubo un manejo irracional, porque no necesitás matar la planta para poder hacer yerba, pero, como para cosecharla hay que subir al árbol, entonces era dificultoso, peligroso . Mucho más fácil les resultaba talar el árbol y cosecharlo cuando estaba caído. Generalmente cuando talas un árbol de yerba vuelve a nacer, pero si vos lo volvés a hacer antes de que la planta se desarrolle, terminás matándola. Lo que sucedía era eso, una producción insensible, insensata y bestial, que iba acompañada de la industria de la madera también, porque hacían una especie de enclave para producir yerba, pero eso terminaba talando grandes árboles que bajaban por el río hasta Buenos Aires. Volvió a ser evidente la conveniencia de cultivar yerba, y se puso de manifiesto que no era tan fácil como parecía, porque si bien la planta tiene muchas semillas, si vos simplemente las plantás, no crecen. Entonces aparece en escena Carlos Thays que era una figura muy prominente en Buenos Aires; había venido para diseñar jardines privados, pero había terminado convirtiéndose en el autor de los grandes espacios públicos de Buenos Aires . Fue el director de espacios públicos de Buenos Aires durante diez años, y los hermosos y enormes arbolados que tiene la ciudad se los debemos a él.. Vas a Devoto, a Palermo, a cualquier barrio de Buenos Aires, y tenés esas avenidas impresionantes de árboles: las hizo él. Fue invitado por el Estado Nacional a hacer un relevamiento de las Cataratas del Iguazú, que luego serían por iniciativa suya el primer parque nacional, y volvió con la preocupación de que la yerba no se cultivara, sobre todo porque pudo ver de cerca las condiciones en las que se producía la yerba en ese entonces, que eran realmente espantosas. Eran igualmente horrendas que cinco siglos antes, pero solamente que en aquel entonces ya era evidente que era inaceptable. Tal es así que volvió con el desafío personal de hacer germinar las semillas que se trajo de Misiones . Al igual que Bonpland, al igual que los jesuitas, al principio no pudo hacerlo, tuvo que pedir que le manden más, y cuando le mandaron más, probó distintos métodos hasta que logró diseñar un método distinto del de Bonpland, pero logró hacer una plantación.
No solamente hizo la plantación, sino que cosechó y produjo yerba en escala “doméstica”, y anunció en el diario LA NACION su éxito con una extensa recomendación técnica de cómo debía hacerse para lograr cultivos de yerba . Esta noticia llegó a un productor en Misiones, un suizo llamado Paul Allain, un ingeniero, que trabajaba para otro suizo, de apellido Martín, quienes lograron las primeras plantaciones, y, a partir de eso, desencadenaron un proceso mediante el cual la producción, de ser extractiva, destructiva y no sustentable, se convirtió en una simple agroindustria mejorando enormemente la calidad del producto y del trabajo de los yerbateros .
En el año 2010, como homenaje a la ciudad de Buenos Aires por la Revolución de Mayo, el Jardín Botánico y el Establecimiento Las Marías recrearon el yerbal original de Thays , aquel yerbal que tenía unas 100 plantas, había ido decayendo con el tiempo y en el invierno de 1965 o 1966, que fue muy crudo, murieron las últimas plantas, y el Jardín Botánico de Buenos Aires quedó sin plantas de yerba. No había ni una sola planta de yerba en la ciudad de Buenos Aires, y consideramos que es algo que había que enmendar, entonces recreamos el huerto en el Jardín Botánico. Trajimos tierra de Corrientes, tierra colorada, y en el trabajo de hoyos para las plantas encontramos tierra colorada, es decir que Thays también se había tomado el trabajo de traerla.
Los jesuitas tardaban nueve años en poner una planta en producción, es decir que era un proyecto de largo plazo , y durante la época previa al surgimiento de la “Argentina moderna”, anteriores a la Guerra del Paraguay, era impensable hacer un proyecto en esa franja de tiempo. A fin del siglo 19, antes de que Thays tomara en sus manos el desafío de hacer plantaciones de yerba, muy poco tiempo antes, un visitante, un turista de aquel entonces que estuvo en Misiones, manifestó en el diario La Opinión su indignación porque no se hicieran plantas de yerba, y le parecía una insensatez inexplicable que se siguiera manteniendo la forma de producción, y no se hicieran simplemente plantaciones. El famoso Juan Bautista Ambrosetti leyó eso en el diario, y escribió una extensa carta explicando que en efecto si se podían hacer plantaciones de yerba, que él había estado en Brasil y que allí le habían explicado cómo hacerlo, y detallaba cuidadosamente, no solamente la técnica para hacerlo, sino también lo conveniente que era para cualquier productor llevarlo a cabo . Inclusive escribió algunos números diciendo que se pagaba solo, y contando las enormes ventajas económicas que tenía la producción de yerba. Pero no tuvo ningún éxito, eso es lo curioso. Thays tan solo menos de una década después hace exactamente lo mismo, ni se entera que Ambrosetti, que era ya entonces una figura respetada, lo hubiera revelado el secreto . Solo que en el caso de Thays tiene la suerte de que hay quien lo escucha.
En Paraguay, un ciudadano alemán si no me equivoco, de apellido Von Neumann, logró hacer plantaciones , y hoy en día sus descendientes se reclaman los auténticos iniciadores de los cultivos modernos de yerba mate, porque en Paraguay ese proceso muy lentamente tomó su propio camino. Las plantaciones que se hicieron allí muy posteriormente no fueron un desborde de la producción argentina, sino que siguieron su propio camino. Lo loco, lo sorprendente, es que habiendo descubierto con Neumann poco tiempo antes, no supiera Ambrosetti eso, y qué Ambrosetti pocos años antes lo dijera tampoco hizo que Thays estuviera al corriente.
Muy poco tiempo después de la publicación de Thays, salió en un diario de Brasil con una noticia diciendo: En el famoso Jardín Botánico de Buenos Aires, donde el célebre Carlos Thays, francés, anunciaron con gran pompa que pueden producir yerba mate, cuando acá en el Brasil hay viveros que bien venden plantitas de yerba. La incomunicación y la falta de confianza hacen que crean pavadas, como que los jesuitas maldijeron la semilla y no crean cosas súper evidentes, como que un científico dijo que esto se hace así y se hace. Inclusive después de que Thays se haya consagrado, y estando en Misiones ya se estaban produciendo, hubo una polémica, porque habían un italiano y un español inmigrantes que estaban peleándose por patentar la forma de hacer germinar la semilla, y ya estaban en San Ignacio produciendo yerba, y ellos dos todavía discutiendo sobre quién había sido el autor de un método que en realidad no habían inventado ellos, sino que era el método brasilero, es decir de Bonpland. Habría que abordarlo al tema de algún ángulo, pero me parece que sirve de reflexión para ver que el problema muchas veces no es que la naturaleza nos lo impone, sino que una forma de apropiarnos de ella es dónde metemos los problemas.
Las condiciones de producción que se mantuvieron hasta la pequeña revolución iniciada por Thays eran las mismas que en la Edad de Piedra, salvo el uso del machete. Inclusive las condiciones del trabajador eran equivalentes a la peor época de la esclavitud de la colonia . Entonces el aporte tiene una escala no solamente económica sino también humana.
(*) Pau Navajas autor de “Caá Porã. El Espíritu de la yerba mate. Una historia del Plata” (Corrientes, 2013)