Transcripción de la Entrevista a Pau Navajas: La influencia de Aimé Bonpland.
“En 1817, llegó a la Argentina un científico francés de enorme prestigio llamado Aimé Bonpland , fue invitado por Bernardino Rivadavia a fundar el primer jardín botánico de Sudamérica , según le había dicho. Pero cuando llegó acá se encontró con que Rivadavia estaba en el exilio, lo recibieron con frialdad y no le dieron mayor corte. Entonces, él se instaló en la ciudad. Había traído su barco lleno de plantas para hacer el jardín botánico, lo plantó en un huerto, empezó a producir frutas y a venderlas, y a trabajar de médico. Con eso “se ayudó”, como dicen, y se interesó muchísimo por la yerba. Pero también le importó la posibilidad de producirla.
En aquel momento, Buenos Aires estaba enfrentada con el General Artigas, y en consecuencia con todas las provincias del Litoral que estaban bajo su influencia . Por ello, él no podía viajar a las zonas de producción. Artigas buscó la planta en Buenos Aires durante mucho tiempo hasta que dio con unos ejemplares en la Isla Martín García . Intentó reproducirla en Buenos Aires, y no tuvo éxito; volvió a descubrir que la germinación de la semilla era un misterio. Volvió a la Isla Martín García y consiguió más semillas, y observó que aves comiendo de las frutas podían dar la explicación. Entonces logró un método para reproducir semillas, e hizo plantas de yerba acá.
Se sabe que le regaló doce plantas a Pueyrredón, quien las plantó en su quinta en San Isidro, pero tampoco la situación política de Buenos Aires era muy apta para emprendimientos un tanto delirantes como producir yerba, y menos de largo plazo.
Cuando cae Artigas en el 1820 , bajo la protección del “supremo entrerriano “, como le decían, Francisco Ramírez viaja a Misiones y se instala en los restos de un pueblo jesuítico , y empieza a producir yerba . Cuando el dictador de Paraguay se entera, lo toma prisionero durante nueve años y después lo suelta. Todo el mundo esperaba que Bonpland regresara a Francia, porque era un hombre que gozaba de un prestigio enorme allí, era muy amigo de Humboldt. Todo el tiempo que fue prisionero, Humboldt estuvo de corte en corte pidiendo que reclamen para que lo liberen. Se había vuelto todo un notición, y cuando vuelve a aparecer, todo el mundo dijo: “se va a volver a París”. Y él se quedó. Ni siquiera vino a Buenos Aires ni a Montevideo, se quedó en la zona: se quedó en Brasil, vivió en San Borja.
La historia de Bonpland dentro de la historia de la yerba es muy curiosa, porque es lo que podría haber sido y no fue. ¿En que influyó Bonpland en la historia de la yerba? No torció el destino de la historia de la yerba, porque la situación política Del Plata era tan inestable. Nosotros desde 1810 en adelante tuvimos guerras civiles casi ininterrumpidamente por cincuenta años, y después de eso vino la Guerra del Paraguay, que es casi una continuación de la Guerra Civil argentina, en la que no habían ni capitales dispuestos a arriesgarse, ni siquiera gente como para dedicarse a otra cosa que no fuese sobrevivir, o hacer la guerra, o estar esperando que no te roben las vacas y tus hijos para llevarlos como carne de cañón. Bondpland hizo informes extensísimos diciéndole a la provincia de Corrientes , “les conviene plantar por esto y por lo otro”, “a los brasileros les conviene hacer esto o hacer un manejo racional por lo menos de las plantaciones naturales, digamos de los de los yerbales nativos”. Nunca tuvo éxito un poco por esta cuestión. Inclusive llegó a ser muy buen amigo del gobernador Ferré de Corrientes, y del gobernador Pujol de Corrientes. Él vivió en Corrientes, murió ahí, inclusive fue acusado de conspirar en contra de Rosas asociado con Corrientes, y haciendo de nexo con la fuerza francesa que supuestamente apoyaba en el período que Corrientes fue unitaria. Es decir, estaba muy mezclado en la política también. Bonpland le pasó un poco de eso, vino y dijo: “Tenemos servida en bandeja una industria espectacular que puede ser un producto de exportación fantástico, que puede tener un lugar de nota en los mercados mundiales, podemos aprovechar la experiencia jesuítica, la naturaleza que es tan generosa en cuanto a la dispersión de esa planta”.
La época demostró que no era momento para hacerlo. Eran períodos de una inestabilidad política constante, de guerras civiles, de desconfianza, de un momento en el que no había lugar para los emprendimientos de largo plazo. Y la industria yerbatera, la que imaginaba Bonpland, era una industria de largo plazo, y era muy parecida a lo que hoy en día vemos. Claramente estuvo anticipado en su tiempo, porque él se imaginaba un lugar con plantaciones y con industria, con un germen de población, que es lo mismo que pasó después en la zona correntina y misionera en el siglo 20.
Hay una imagen, homenaje a Bonpland. Claramente, él era un hombre que no buscaba el protagonismo ni el estrellato como sí lo hacía Humboldt. Este de la imagen es Humboldt mirando la naturaleza con su inteligencia superlativa, y éste es Bonpland, representado observando una hoja en primer plano y viendo el detalle, es yerba mate. 😉